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Aída López Sosa

Acapulco, un jugoso botín


Los que vivimos fuera de Acapulco nos enteramos de la situación de Guerrero a través de las noticias en internet principalmente. El 2 de noviembre, Día de los Muertos, El Economista publicó una nota de un cadáver político —quizá por la fecha— quien enumeró “sabias” directrices para rescatar Acapulco, después de que antes de la pandemia en su cuenta del extinto Twitter —otro cadáver— se haya referido a Guerrero como un lastre para el avance y el desarrollo del país junto con Chiapas y Oaxaca, como si esos estados fueran los culpables de sobrevivir en la pobreza y, en algunos casos, en la miseria. La falta de sensibilidad política y humana del resucitado Gabriel Quadri al declararse públicamente aporofóbico me hace pensar que, a pesar de tener posgrados de economía en los Estados Unidos, ha olvidado que la pobreza es una enfermedad provocada por la falta de políticas públicas efectivas, profundizada por la corrupción de los gobiernos en turno sin importar de qué partidos sean —ya que él mismo ha saltado de uno a otro— y por la falta de oportunidades, entre otros muchos motivos. La gente no elige ser pobre, tampoco rica, es una condición del seno familiar en el que se nace; sin embargo, es posible el desarrollo humano cuando existen estrategias gubernamentales efectivas para promover la movilidad social y con esto la esperanza de ascender de decil socioeconómico.

No sé si el diablo le esté hablando al oído, pero todavía resulta más temeraria su propuesta de desaparecer los poderes locales y crear “una nueva instancia de gobernanza”, o sea, hacer un organismo administrativo que dependa de la federación, un fideicomiso ya que, a su parecer, Acapulco es el municipio peor gobernado de México en las últimas décadas. Una aseveración sin el rigor y la seriedad que amerita ya que no dice qué estadísticas o estudios lo llevaron a tal conclusión, ni tampoco aclara cuántas décadas, dos, tres… sin embargo, eso que propone es terriblemente riesgoso para la democracia, si en cada desastre se aplica este modelo, en breve los estados debilitarán su autonomía y perderán los ingresos generados; tema para otro análisis. Además, propone que este “super organismo administrativo” desplace al crimen organizado que ni el ejército ha podido erradicar; bueno, quizá Otis lo consiga. También plantea la expropiación de predios abandonados o que él considera abandonados, mismos que seguramente tienen dueños. Esta medida sería tierra fértil para el abuso de poder y el autoritarismo con catastróficas consecuencias sociales. Quiere que Acapulco tenga la misma inversión del tren maya para su reconstrucción, 500 mil millones de pesos, claro, una vez que esté en manos de colegios de ingenieros y arquitectos, empresarios, bancos, aseguradoras, etc., etc., etc.…

Sería la hecatombe si sus ideas tuvieran eco entre intereses oscuros, que ahora los desarrollos turísticos estén manejados por administraciones a modo y que a la larga terminen como los puertos y las aduanas bajo el control militar. Lo peor es que sus estudios le dan la licencia de opinar y que un periódico como El Economista lo publique. Como dijo el santo difunto Facundo Cabral: “solamente le tengo miedo a los pendejos, porque son muchos y pueden elegir hasta al presidente”. ⚅

[Foto: Carlos Ortiz]

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