Lo que cae rompe la vesícula del aire y algo se desencadena. En este caso cae un mango y la tierra que dejé atrás, reconozco, el criollo andar de la tarde, el amarillo olor del sol y la dulce mirada del perro, la hemorragia de historias que cubren este suelo, ese rincón empotrado entre la selva y el caudal del calor, pero sobre todo en la memoria de los que fueron tocados por la mano descarnada de la violencia.
Café-mango es un libro de dos sabores: amargo y dulce. De texturas duras, de matices que perpetúan el dolor, un desprendimiento y muchas resonancias. El mango como imagen de todo, transmutándose en mujer, en acto, la caída en fardo hacía el mar, el desaparecido en incertidumbre, en la urdimbre oscura de quien busca orfandad al pie de las casas que arden, del muerto que se desangra, del corazón al que se le vació la infancia y el niño no sabe si recoger los pedazos de su sonrisa o llorar largamente sobre el pecho de la que yace.
Me sé en la desamparo que nombran estos versos: un niño que no sabe que es un niño,
Un hombre: nombre ensangrentado/ que rebota de nube en nube, de palabra en palabra/hasta estrellarse con el mar/ con el mal.
Café-mango es testimonio, testamento, estamento del poeta Ángel Carlos Sánchez. Si alguien sabe pintar un verso con dureza es él. Si alguien sabe cómo golpear con el color de un verbo es él. Ángel no tiene miedo de nombrar las atrocidades del Estado, sacarle punta a sus metáforas con la pulpa de un mango: decir aquella es una viuda, este un huérfano. Mostrarnos la cara de un desaparecido, pero sobre todo desnudar a los esbirros que torturaron, violaron, masacraron no sólo el cuerpo de las víctimas, sino la dignidad de lo humano.
Buscar en un tiempo fue mi oficio, como lo fue el de mi madre y el de mi abuela que se fueron sin saber que fue de aquél qué se llevaron y desaparecieron, que yace quién sabe en qué suelo, en qué pozo, en qué resquicio del mar:
Mi madre caminaba horas enteras
preguntando en cada sitio
por tu ausencia.
Café-mango desde ya es un poemario contra el olvido. Es memoria. Canto colectivo que le da voz a aquellos que tal vez nunca volverán, a aquellos que buscan justicia, a aquellos que buscan a los suyos entre los terregales, en los vericuetos de sangre y polvo que es este país.
Es desde ya, un grito esencial como debiera ser la poesía, no sólo lenguaje, odorífica literatura, sino denuncia, misión de todo poeta. ⚅
[Foto: Gonzalo Pérez]