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Escribir un texto

Ángel Domínguez Espinoza

¡Carajo! La hoja en blanco me da pavor.

Llevo varios días diciendo lo mismo: quiero escribir algo y no puedo. ¿Qué estaría bien? ¿Un cuento de amor, una poesía de pasión o un escrito cachondo? Esa palabra, cachondo, es graciosa. ¿Existirá alguna prenda íntima con ese nombre? Sería bueno saberlo.

Pero volvamos a lo nuestro. Me preocupa esta situación. No puedo escribir una sola línea. ¿Qué escribo? Pienso en Rosario. Qué hermosa chica. Su belleza es perfecta para un poema. O tal vez Alondra, sus pronunciadas caderas podrían ser una gran novela. O podría escribir sobre la ceguera de Miguel, que pese a su discapacidad, es el más productivo, pero no, Saramago ya la tiene.

¿En qué lío me he metido? ¿Para qué carajo dije que soy escritor? Ahora los compañeros de la oficina se van a reír de mí sino llevo ese poema con el que me comprometí en la reunión anual de la empresa, ya solo me queda una maldita semana.

Llevo varias noches buscando, en medio de la oscuridad, una idea clara para desarrollar un escrito. ¡Puta madre! Me estoy volviendo loco. Tal vez la literatura exige esto: estar loco para poder escribir.

Qué envidia me dan esos autores que llegaron a conquistar corazones a través de la palabra escrita. ¿Será que necesito una copa de whisky? ¿un churro de mota? He escuchado que a muchos les funciona. Pero tal vez yo termine pedo y no escriba nada, o bien mariguano me quede todo embobado mirando la hoja en blanco.

Mejor me voy a dormir. ¡Que se vaya todo al carajo! Si publicara un libro los cabrones de la oficina no lo comprarían. Son tacaños los hijos de la fregada. Es más, esos cabrones ni leen.

Mañana veré para qué me sirve esta hoja en blanco. Por ahora, chao. Bola de culeros, además los escritores ya están contados. ⚅

[Foto: David Espino]

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