Escribir es algo muy natural, un ejercicio que todos, más o menos, alguna vez realizan. Lo raro, lo excepcional es leer. Quienes tienen el vicio como lectura pertenecen a una especie fuera del común. Y cuando digo lectores me refiero a quienes, como es mi caso, no pueden resistir un día sin aventurarse en las páginas de algún libro que, por supuesto, no están obligados a leer. Si existe obligación no hay lectura. Siempre han pululado quienes escriban libros y en la actualidad cualquiera puede hacerlo y no contento con eso, lo hace. Los pilotos de Fórmula 1, los cazadores de pájaros, la putas con o sin licencia, incluso gente tan limitada como Mendoza, la tía Abad, etcétera, etcétera… logran escribirlos. Leer es otro asunto, siempre fue cosa de pocos y siempre lo será. Quienes leemos somos parte de una pequeña secta. Ni el cine, ni la televisión y mucho menos el teléfono o los celulares, videojuegos y todo tipo de cachivaches electrónicos o la llamada Realidad Virtual le han robado lectores al libro. Así que ver dichas cosas como enemigos del libro es estúpido. Por el contrario, deberíamos agradecer que existan tales artefactos y que la gente sea adicta a ellos porque, dada la naturaleza humana, sería mucho peor sin ellos. La verdad es que los lectores de hoy en dimensión y proporción son los mismos de siempre. La industria editorial y su mercado han logrado, por desgracia, que se escriban y en ocasiones se vendan más y más libros sin que esto signifique más lectores. Los libros comprados, en su mayoría, van directo a la basura sin haber sido abiertos. Quien lee es en sí mismo una religión sin dios alguno y una especie siempre en vías de extinción y a la vez inmortal. Escribir es casi siempre inútil y baladí, la acción, la única acción es leer. ⚅
[Foto: Carlos Ortiz]
Comments