Hace unos días el filósofo italiano Franco Bifo Berardi describió como “venganza caótica” al fenómeno protagonizado por un puñado de asesinos que han hecho justicia por cuenta propia. En su artículo El inconsciente americano y la desintegración de Occidente publicado en Il Disertore, su página en Substack, analiza brevemente el caso de Luigi Mangione, joven de 26 años que mató al CEO de UnitedHealthcare, Brian Thompson. El asesinato, ocurrido el 4 de diciembre en la Sexta Avenida de Nueva York, se volvió un acontecimiento viral que ha polarizado, aún más, a la opinión pública estadounidense. El video de los hechos se compartió en las redes, mientras miles de internautas aplaudían la acción de Mangione, pues había eliminado a un miembro de la oligarquía de ese país, a un adinerado ejecutivo cuya compañía de seguros médicos lucra con la vida de las personas. “Son unos parásitos que se lo buscaron”, afirma en una carta el asesino solitario.
El dilema que se plantea con el caso Mangione es, de varias maneras, conocido por todos: el caos que llega cuando las estructuras de convivencia social se derrumban. En este escenario, la justicia se toma por cuenta propia ante la ausencia de una respuesta o una interlocución mínima con el Estado. Muchos, por obvias razones, mencionaron la película Joker, de Todd Phillips, estrenada en el 2019. El drama muestra la tragedia del habitante vapuleado por la sociedad capitalista que lo despoja de todo, incluso de las drogas que lo mantienen medianamente cuerdo. Una vez que llega al límite, emprende un camino de destrucción, pronto seguido por otros desheredados que buscan su propia venganza. Sin ningún manifiesto ni organización, la rebelión del Joker se presenta como sintomática de una época en la cual se ha abolido la política, pues ha sido sustituida por la rabia y la paranoia.
La tecnología, por otro lado, ha contribuido a aislar los esfuerzos por construir grupos de fuerza que disputen el poder político y económico, a la vez que, en sentido contrario, muchas veces sólo conecta a individuos aislados que buscan, sin mucho tino, chivos expiatorios. Una buena parte de la sociedad ofendida y humillada considera a Luigi Mangione un héroe. Esta perspectiva tiene, en el fondo, una motivación legítima, pues los oligarcas y la élite mundial han acelerado un proceso de desigualdad económica que provoca crisis continuas y cada vez más depredadoras para la gente. El historiador francés Emmanuel Todd, en su libro La derrota de Occidente, describe el colapso de una clase media que servía como interlocutora entre la clase dirigente y la clase trabajadora. Sin ese espacio de contacto, por llamarlo de alguna manera, los oligarcas mundiales han abandonado la conexión con la realidad de los demás y emprenden proyectos alucinados para seguir acumulando capital y poder. El hecho de que Mangione sea miembro de una familia adinerada de Baltimore sólo indica que el malestar social provocado por el capitalismo tardío y su enfebrecida extracción de beneficios a costa de lo que sea ha llegado a capas de la población que antes eran inmunes a estos efectos.
Bifo Berardi, en el texto citado anteriormente, menciona a agitadores sociales con mucho más poder, como Donald Trump. Si Mangione desencadenó un fenómeno viral que provocó rechazo en el statuquo estadounidense, por la legitimidad que le otorgó la gente a un asesino, la clase política y empresarial representada por el oligarca que regresará a la Casa Blanca está implementado medidas sociales y económicas cada vez más desestabilizadoras que siembran el caos en el país y en otras regiones con igual riesgo de colapso. Son dos caras de la misma moneda. ¿Cuál es el peligro de las venganzas solitarias protagonizadas por los nuevos héroes virales? El caos progresivo y la descomposición social difícilmente darán lugar a un régimen democrático que sustituya al capitalismo terminal dominado por un puñado de oligarcas mundiales. Sin una organización real ni articulación política de la gente, el poder venderá la censura, la hipervigilancia y el control totalitario como única solución al caos que amenaza las bases mínimas de convivencia social. El miedo, como ha sucedido en el pasado, logrará que el ciudadano global de los años por venir acepte la desaparición de los derechos humanos y las conquistas realizadas por generaciones anteriores. La venganza caótica, protagonizada por individuos aislados y con protestas legítimas, puede devenir en una guerra de todos contra todos, particularmente entre personas que deberíamos estar del mismo lado. ⚅
[Foto: Carlos Ortiz]
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