Mucho antes de la irrupción de la inteligencia artificial, con la llegada del libro electrónico, los audiolibros y otros formatos que diversificaron el acto de leer, se avecinaban las predicciones de que la gente dejaría de leer y que los lectores estábamos en peligro de extinción.
Si bien es cierto que hoy la IA nos ahorra mucho tiempo, pues puede leer un documento extenso en tan solo segundos y extraer las ideas principales y hacernos un resumen, esto definitivamente no tiene ningún sentido para los libros de literatura. ¿Por qué nos perderíamos el placer de disfrutar de una buena novela, un libro de cuentos, crónicas o de leer poesía si ChatGPT lo puede leer por ti? Trastocar nuestro interior y sacudir cada una de nuestras neuronas y células a través del arte, pero especialmente de la lectura de una gran obra literaria, no podrá ser reemplazada nunca por la inteligencia artificial. Los textos que generamos a través de la IA son útiles, prácticos, eficientes, pero mecánicos y robotizados, carecen de algo que sólo el ser humano puede darles, algo así como el espíritu de las letras.
En 2019 Rosa Beltrán publicó el libro Verdades virtuales, en el ensayo que lleva el mismo título reflexiona ampliamente sobre la forma en que la virtualidad ha transformado nuestra cultura del entretenimiento, del periodismo, y de la conversión del libro en mercancía: “las librerías, en su mayor parte, ofrecen fast food literario: el autor más visto por televisión, el que más viaja, el que más libros ha vendido o la autora que más que lectores tiene adeptos a su persona que, como miembros de una secta, la siguen a todas partes”; todo esto ahora con las redes sociales se ha exacerbado, los escritores y los libros más vendidos son los que aparecen recomendados por los BookToks; el estado de salud de la calidad literaria es crítico.
Un libro que continúa el diálogo iniciado por Rosa Beltrán es el más reciente de Juan Villoro, “No soy un robot. La lectura y la sociedad digital”. Un extenso, pero interesante ensayo que nos ofrece una profunda reflexión sobre las transformaciones de la galaxia Gutenberg a la galaxia digital, y cómo la tecnología, la inmediatez de las redes sociales aunado a todo lo que la IA ya hace por nosotros, sin necesidad de esforzarnos por pensar, ni desarrollar nuestro pensamiento lógico ni crítico, ya se percibe en nuestro día a día, pues es una realidad que, conforme la inteligencia artificial avanza, la inteligencia humana retrocede; hoy “las pantallas y los algoritmos determinan nuestras vidas”. En ese sentido, Villoro parece leernos las cartas, a semejanza de las gitanas o los videntes y tarotistas de esta era más actual; nos vaticina algo que ya está presente, pero que aún no nos percatamos; leer su libro es despegar los ojos de las pantallas para detenernos a reflexionar un poco de lo que ya está sucediendo y la manipulación digital a la que estamos cada vez más expuestos.
El escritor Yuval Noah Harabi, autor de libros como Nexus y Sapiens. De animales a dioses, también vaticina en ellos que el peor escenario en el futuro no es el de una posible rebelión de los robots, sino el de la pérdida de las habilidades humanas, tan básicas, como por ejemplo, el acto placentero, caótico y disruptivo de leer literatura. Regresando a Villoro, él también dice que: “No podemos competir con los robots en rapidez o resistencia, y mucho menos en tolerancia ante el mal carácter de los jefes. [Pero] por ahora les llevamos una ventaja: ellos son literales y nosotros aspiramos a ser literarios. Sin embargo, también eso está cambiando”.
Los libros de Beltrán y Villoro coinciden en que los lectores literarios no corren peligro de extinguirse, pero otro caso son los escritores, porque los humanos ya recurren, total o parcialmente, a la IA para escribir sus obras. En Amazon, por ejemplo, ya se vende Iris, la primera novela escrita por una inteligencia artificial, en la portada no sólo aparece el título y esa leyenda, sino que llama la atención que como autores aparecen ChatGPT y David Guisado. Es probable que así como hace siglos acabó el anonimato de las obras literarias para introducir el nombre del autor y proteger sus derechos como creador, estemos ante el panorama de otra transformación en la creación literaria: la desaparición o disminución del autor único, y empecemos a escribir en coautoría humanos con robots e inteligencia artificial.
Pero lectores, para esas obras híbridas o las hechas 100 por ciento por humanos, que pasarán a ser los Clásicos o piezas artísticas de culto en un futuro, seguirán sin duda existiendo, porque “en el presente eterno de internet y la inteligencia artificial la lectura es una forma rebelde de la memoria”, dice Villoro, ¿y quién no quiere rebelarse contra la inmediatez y la banalidad, quién no quiere nadar contra corriente y deleitarse con las tempestades que provoca la literatura? La inteligencia artificial no creo que logre extinguir a esa especie que siempre vaticinan está en peligro de extinción: los lectores, los que por siglos hemos sido guardianes de la memoria. ⚅
[Foto: David Espino]
Queridísima Ros, qué gusto leerte en este espacio y saludarnos de abrazo. Felicidades por tu primer texto aquí y por los que sigan. Por supuesto los lectores literarios seguiremos por los siglos, ojalá las generaciones recientes no pierdan el deleite de tomar un libro.