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Michelle Ruiz

Memoria presente

La memoria es un espacio del mundo que habitamos cuando insistimos en un hecho ocurrido. Rememorar dentro de la poesía, permite construir un nuevo código con la materia del pasado, como sucede en el poemario No es el viento el que disfrazado viene, donde lo vivido sólo es susurro e insinuación a través del Viento y otros elementos naturales pertenecientes a Mabré, un lugar imaginado por el autor Jesús Bartolo.

Debo admitir que realicé dos lecturas de No es el viento… la primera, con la ingenuidad de una lectora que pensó a Mabré como un personaje humanizado; la segunda, acertando en la idea de que Mabré no es alguien, sino “algún sitio”. Sin embargo, esa “equivocación” me permitió observar que dentro de un poemario con un trasfondo muy crudo, existe un cuerpo que late y temáticas que apelan luminosamente a la presencia de lo ausente.


1. Las voces

Hay seis voces que nos guían al encuentro con la ausencia: Mabré, Viento, Narrador, Línea Amarilla, Voz de la abuela, Voz del pueblo. A través del recurso de la prosopopeya, las voces adquieren la vida necesaria para contarnos el pasado de un pueblo, que es el mismo pero según mi lectura, y esto es totalmente subjetivo, podemos observar el paso de un pueblo joven a un pueblo adulto, sabio, que lo ha visto todo y siente el paso de un tiempo dolorido. “Me duelen los que partieron y los que no se han ido. Me duele este pueblo. Me duelo yo…”.

Así como Mabré cuenta su historia, los demás personajes comparten lo que por ellos fue percibido o atestiguado. Cada voz posee una sensibilidad particular, confieso que mi favorita es justamente Viento, por su capacidad de elidir la denuncia, pero ofrecerla con claridad subyacente. Dicho de otro modo: la cualidad del poemario también radica en decir sin decir, y construir en la mente del lector la pieza faltante, misma que proviene de la memoria colectiva. Sabemos lo ocurrido en la guerra sucia, pero al no enunciarlo directamente, lo político también se vuelve literario.


2. Cromatismo

Sé de primera mano que esta segunda edición de No es el viento el que disfrazado viene, ha tenido una gran atención al detalle. Tanto en el texto como en el objeto, lo que permite tener ante nosotros un producto que no sólo posee un contenido valioso sino limpio. La pulcritud reboza en el cromatismo del material, elaborado en una gama de tonos tierra y amarillo. Destaco los colores, porque la materialidad de una pieza también influye en nuestra percepción de la misma. La línea amarilla y el sol aparecen en las páginas de forma lírica y visual, jugando con nuestra concepción de la luz. En un poemario con una temática que podría relacionarse fácilmente con tonalidades frías, encontramos lo contrario, encontramos una herida que avanza luminosa. En palabras de la voz llamada Narrador: “Esta gotera llenándose de sol, es Mabré”.


3. La mirada

Existen distintos recursos literarios en torno a la mirada. Aquél que observa y describe lo observado es probablemente el recurso más popular; sin embargo, la acción de mirar se despoja de su cotidianidad cuando lo que observamos nos mira de regreso. Llama mi atención que en No es el viento… igualmente existe un juego de miradas emitido por las voces líricas, en donde se advierte el desconcierto por aquello que nos mira: “Yo, sólo miro en el espejo…/ ¿Saben?/ Baste con decirlo así:/ vengo del mar lluvioso sin nombre,/ donde un espejo de ojo cerrado contiene una habitación/ similar a ésta, y me mira.” [...] “En los espejos están escritas todas las palabras, menos una.” [...] “Para qué decirla si los espejos tienen cerrado el ojo y sólo lo abren una vez en la vida. Y es cuando se rompen.” Los ojos bosquejan lo indecible dentro del libro, y el silencio cargado de preguntas es un ojo observando.

La mirada hacia un padre desaparecido encuentra las palabras adecuadas, aunque nunca las respuestas suficientes. No es el viento el que disfrazado viene recorre un camino bello y sinuoso, donde el color de la naturaleza aporta la luz y el llanto de la lluvia nos deja en claro la injusticia perpetrada. Jamás habrá perdón para las manos que arrebatan vidas para después desaparecerlas; y jamás habrá olvido para un cuerpo que late en la escritura y en la memoria colectiva. ⚅

[Foto: David Espino]

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