Llegaste a partir de un sueño.
Me gustaba mi habitación con su amplia ventana a la avenida, me dejaba chismear a todas horas. Lo disfrutaba porque podía ver desde la seguridad del anonimato, hasta el día que me di cuenta que las cortinas no eran suficientes para esconderme de morbosa.
Comencé a cubrir las ventanas con papel traslúcido y a usar el foco solamente cuando era necesario. Así aprendí a ver con el rescoldo de luz que entraba de la calle. La ciudad ardía, brillaba la ausencia de almas presentes y me di cuenta que me daba pereza escribir. Esa época en la que todo era pretexto para sentarme a trabajar en línea, esa época en la que estaba muda y que me llevó a descubrir que disfruto estar a oscuras: leer bajo las sábanas, ver películas en la compu, vestirme con poca luz. ¡Con poca luz, es la respuesta!, ver sólo dónde quería ver, no iluminar toda mi pecera, utilizar solo la luz necesaria para hacer mis cosas.
Te soñé como esos candelabros que aparecen en las series medievales, un fantasma que deambula en el castillo para no despertar al dragón.
Tú vienes del futuro presente. Ligera y flexible, cambias la intensidad con mis caricias y eres recargable. Me gustaría que tu pila durara más, pero me basta para acabar las labores antes de dormir. No lo sabes, pero eres de mis compañeras favoritas. ⚅
[Foto: Gonzalo Pérez]